¡Hola! En esta sección mensual me gustaría ir dedicando una entrada a esos libros, autores, sagas, personajes... que han sido especiales para mí. Así que sin más dilación he aquí la primera entrega: Wendy Davies.
Si me preguntaran hace cosa de un año, respondería que no había leído nada escrito con la tinta de sus huellas.
Si me preguntaran hace unos meses en plena época de hacer balance del año que se va mientras se llena de propósitos el que entra, diría que fueron uno de esos grandes descubrimientos literarios que me dejó el 2015.
Si me preguntaran el 16/06/2015 diría que acababa de conocer a un chico, Peter, y que se había llevado consigo un cachito de mi músculo cardíaco.
Si me preguntaran el 03/10/2015 diría que perdí la otra mitad de ese mismo músculo porque Alicia Little me la pidió y no supe negarme.
Y, cuando ya no me quedaba corazón para mí sola, el 18/02/2016, aparecieron Rin y Via y me prestaron el suyo.
Si me preguntaran entonces, diría que Wendy Davies destila magia para convertirla en palabras, colecciona palabras para moldear historias, crea historias para regalar personajes y brinda personajes para rozarnos el alma a quienes posamos la vista en dichas palabras, historias y personajes.
Pero vayamos por partes...
Con una narración que, repito, desprende magia y polvo de hadas en cada punto y en cada coma, me ganaron. Siendo tiernas, sí. Pero también siendo realistas, sin cerrar los ojos a la parte más cruda de la vida porque existe y no siempre deja que la ignoremos. Aquí no todo son unicornios y arco iris. Hay dolor y lágrimas. También hay dureza y culpa.
Pero vayamos por partes...
"Recuerda que me quieres"
En este libro, que supuso mi primera toma de contacto con estas autoras, descubrí la magia y el polvo de hadas de su prosa.
Una historia preciosa que ya iba un poco predestinada a fascinarme o a aborrecerme, porque si hay una serie de personajes a los que quiero hasta la segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer, entre ellos están los creados por J. M. Barrie. Y en este homenaje magnánimo que le brinda Wendy Davies aparecen dichos personajes, un poco maquillados por aquí y algo retocados por allá. Pero ahí están.
Lo tenían difícil, muy complicado, pero lo consiguieron. Consiguieron que a su Peter, su Wendy, sus niños perdidos... los quisiese tanto como a los de Barrie. Puede
que a Wendy incluso más. Porque si a la original le tengo cariño,
también es cierto que en algunas partes consigue sacarme un "poquito bastante" de
quicio. Y aquí, a esta Wendy Davies (el personaje, quiero decir), la comprendí incluso en esa parte
en la que me cayó mal. En ese momento de gran revelación que no me
esperaba en absoluto por muy mal pensada que suelo ser siempre, sospechando de todo y de todos.
Con una narración que, repito, desprende magia y polvo de hadas en cada punto y en cada coma, me ganaron. Siendo tiernas, sí. Pero también siendo realistas, sin cerrar los ojos a la parte más cruda de la vida porque existe y no siempre deja que la ignoremos. Aquí no todo son unicornios y arco iris. Hay dolor y lágrimas. También hay dureza y culpa.
Y me parece que el final está tan agridulcemente bien
llevado que sabe a la par a magia y a realidad. Directo al corazón.
"Una estrella en mi jardín"
Si después de haber leído el anterior libro aún no parecía que había perdido ya de todo el norte por este par de autoras, entonces llegó Una estrella en mi jardín y ahí ya... perdí el culo, el corazón, el alma y la vida entera con su manera de escribir.
Otra vez. Lo habían hecho otra vez. Su prosa, su manera de reinventar Nunca Jamás y El País de las Maravillas, dando vida a El País de Maramás me tuvo rendida desde la primera página. No lo tenían muy complicado, debo reconocer, ya que significaba reencontrarme con Charlie y algunos de los niños perdidos que ya conocía gracias al anterior libro. Y reencontrarme con Wendy, con su sabia dulzura. Y con el recuerdo de Peter, mi pequeño Peter.
Pero si en alguien debo pararme en esta ocasión es en Alicia. En su libertad cautiva. Un personaje con una fuerza tan descomunal como el miedo que la frena. Me enamoré de ella y con ella.
Literalmente: no pude dejar de leer. Esa chica con el cielo encerrado en sus ojos me lo impedía.
¡Qué dulzura de historia! ¡Qué poderosa en sentimientos!
Magia. Por todas partes. Y con una pizca de locura, como siempre debe ser.
Aquí fue cuando me di cuenta de otro detalle que las hace unas autoras diferentes. Otro motivo para fascinarme. Y es que, cuando en todo libro llega ese triste momento del final ¿qué podemos esperar?: un último capítulo, después un epílogo... ¿y luego qué? ¿Nada? No, nada no. Ellas regalan un poquito más para que la transición a la despedida no sea un brusco cerrar de páginas. Y ese poquito más que regalan es un viaje a la frontera donde dos mundos maravillosos se combinan: ¡El País de Maramás!
¡Si algún día lo descubren, quiero billete en el primer vuelo! Y, por favor ¡que Peter y Alicia estén allí!
Otra vez. Lo habían hecho otra vez. Su prosa, su manera de reinventar Nunca Jamás y El País de las Maravillas, dando vida a El País de Maramás me tuvo rendida desde la primera página. No lo tenían muy complicado, debo reconocer, ya que significaba reencontrarme con Charlie y algunos de los niños perdidos que ya conocía gracias al anterior libro. Y reencontrarme con Wendy, con su sabia dulzura. Y con el recuerdo de Peter, mi pequeño Peter.
Pero si en alguien debo pararme en esta ocasión es en Alicia. En su libertad cautiva. Un personaje con una fuerza tan descomunal como el miedo que la frena. Me enamoré de ella y con ella.
Literalmente: no pude dejar de leer. Esa chica con el cielo encerrado en sus ojos me lo impedía.
¡Qué dulzura de historia! ¡Qué poderosa en sentimientos!
Magia. Por todas partes. Y con una pizca de locura, como siempre debe ser.
Aquí fue cuando me di cuenta de otro detalle que las hace unas autoras diferentes. Otro motivo para fascinarme. Y es que, cuando en todo libro llega ese triste momento del final ¿qué podemos esperar?: un último capítulo, después un epílogo... ¿y luego qué? ¿Nada? No, nada no. Ellas regalan un poquito más para que la transición a la despedida no sea un brusco cerrar de páginas. Y ese poquito más que regalan es un viaje a la frontera donde dos mundos maravillosos se combinan: ¡El País de Maramás!
¡Si algún día lo descubren, quiero billete en el primer vuelo! Y, por favor ¡que Peter y Alicia estén allí!
"Instant Karma"
Y hace nada llegó él. Ese libro azul de un cactus y un erizo. Bueno, no literalmente. Pero sí metafóricamente.
Wendy Davies y su don para crear personajes memorables. Con su Peter y su
Alicia aún instalados en mi corazón, me presentaron a Rin para que se quedase alojado en el mismo vecindario.
Debo reconocer que no coincido con los que apuntan que ésta es su mejor obra, para mí está un pasito por detrás de las dos anteriores, pero es que lo tenía muy complicado para superarlas. Creo que mi devoción anterior lo atestigua perfectamente.
Así y todo me gustó mucho, muchísimo. Me pareció una historia muy humana. Con sus pinceladas de alegría y de tristeza. Con sus momentos descorazonadores y sus instantes de esperanza.
Una vez más me gustaría volver a rendir pleitesía a la narración con la que mimaron este libro, pura delicadeza y ternura hechas palabras. Para mí siempre supondrá un deleite leerlas con semejante prosa. No soy de esas personas que derrochan decenas de post-its por libro para marcar citas memorables. Soy muy exigente en ese sentido y si marco alguna frase es porque me gusta muchísimo y porque tiene un significado más allá del literal, que para mí dice algo más allá de lo que pueda significar en el propio libro. Me cuesta mucho considerar una cita lo suficientemente buena como para marcarla. Con Instant Karma han caído un total de diecisiete. ¡Diecisiete! Habrá para quien no sea mucho, habrá quien lo haya leído y apuntado más de cincuenta (no sería extraño). Pero ¿yo marcando diecisiete citas? Diecisiete es gloria. Diecisiete es cosa de Wendy Davies y casi nadie más.
Debo reconocer que no coincido con los que apuntan que ésta es su mejor obra, para mí está un pasito por detrás de las dos anteriores, pero es que lo tenía muy complicado para superarlas. Creo que mi devoción anterior lo atestigua perfectamente.
Así y todo me gustó mucho, muchísimo. Me pareció una historia muy humana. Con sus pinceladas de alegría y de tristeza. Con sus momentos descorazonadores y sus instantes de esperanza.
Una vez más me gustaría volver a rendir pleitesía a la narración con la que mimaron este libro, pura delicadeza y ternura hechas palabras. Para mí siempre supondrá un deleite leerlas con semejante prosa. No soy de esas personas que derrochan decenas de post-its por libro para marcar citas memorables. Soy muy exigente en ese sentido y si marco alguna frase es porque me gusta muchísimo y porque tiene un significado más allá del literal, que para mí dice algo más allá de lo que pueda significar en el propio libro. Me cuesta mucho considerar una cita lo suficientemente buena como para marcarla. Con Instant Karma han caído un total de diecisiete. ¡Diecisiete! Habrá para quien no sea mucho, habrá quien lo haya leído y apuntado más de cincuenta (no sería extraño). Pero ¿yo marcando diecisiete citas? Diecisiete es gloria. Diecisiete es cosa de Wendy Davies y casi nadie más.
Y
hasta aquí mi pequeño-tocho homenaje. Quería empezar esta sección con algo que de verdad me emocionase, que realmente fuese especial y no se me ocurrió nada mejor que ellas. Bueno, que ella: Wendy Davies. Como decía la Hazel Grace de John Green sobre Peter Van Houten: de W. Davies me leería hasta sus listas de la compra.
"Después del
punto y final, la historia siempre continúa".
Wendy Davies me lo enseñó.
Gracias por haber llegado hasta aquí leyendo, tiene mérito... :)
¡Hasta pronto!
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